En la noria de la vida

Una vez abajo y otra arriba. No estoy pasando mis mejores momentos. Las últimas dos casas en las que he currado me han aportado bastante poco y voy notando lo que una gran amiga ha definido como la rutina viajera. Ya son cinco meses danzando por el mundo, a toda tralla, y aunque aún no he petado mi barrita de energía está ya por el amarillo tirando al rojo. Necesito un respiro y, sobre todo, un cambio. Uno grande.
Pero si algo me ha enseñado la experiencia neozelandesa es a esperar los cambios de forma vertiginosa. Si no te gusta el tiempo que hace solo espera cinco minutos. Y si las cosas no marchan bien solo espera a lo que venga después. Y échale una mano. 

Regresé a la Isla Norte porque va a llegar el frío invierno al hemisferio sur, pero tardará más y será más leve en Northland, la gran península al norte del norte. Aunque parezcan palabras antiespañolas, me apetece trabajar. Rectifico -porque currar llevo currando todos estos meses- me apetece currar de lo mío. Tengo mono de ordenador, de cámara, de imágenes, de ediciones y postproducciones. Encontré un Helpex con un fotógrafo y film maker, y le propuse mis servicios a cambio de vivir en su casa y de su nevera. 


La escala en Auckland me reunió de nuevo con Aurora y Sergio, los españoles a los que conocí tres meses antes en Coromandel y con los que he mantenido contacto todo este tiempo. Me invitaron a cenar a su casa, comida española deliciosa a base de ensaladilla rusa y albóndigas –que gozada- y ¡servilletas en la mesa! Viva la madre patria. Y vivan ellos dos, que me alegraron lo que iba a ser una obligada escala en la ya vieja –para mí- y gris Auckland. Al día siguiente me recogieron en su coche y nos fuimos a los alrededores alegres, verdes, luminosos y playeros de la bella Auckland, la que se aleja del centro. Después de comer me dejaron en el bus que me llevaría a Waipu, mi nuevo hogar, con mi nueva familia de acogida temporal.


El documental sobre Pakistán


¿Como coj... has terminado montando un documental sobre Pakistán en Nueva Zelanda? Me preguntó mi amiga francesa Marjo.

Peter estaba en Nepal con la que hoy es su esposa -y a la cual se declaró en aquel viaje- y al cruzar la frontera con Pakistán se dió de bruces con un camión decorado hasta el punto extremo de crear una obra de arte. Se quedó prendado de aquella desconocida expresión artística, y desde entonces ha vuelto cuatro veces para fotografiarlos y filmarlos, y ahora ha montado una exposición en Auckland y Wellington con todo su material gráfico. Pero de montaje no tiene mucha idea, así que se le abrió el cielo de par en par cuando recibió mi email.
El curro ha sido lo mejor de mi estancia de nueve días en su casa, donde cada día me he encontrado más cómodo con una familia muy agradable. La zona y la experiencia en sí no me han aportado mucho a nivel viajero, pero levantarme cada día a currar en Photoshop y Final Cut me motivaba hasta el punto de hacer horas extras a pares por voluntad propia. El tío llegó a ofrecerme dinero por mi dedicación, dinero que rechacé, pues no es lo que había venido a buscar.


Waipu Waves Radio


Peter colabora en la radio local, tiene un programa de música los jueves de 7 a 9 y me pidió que participase esa semana. Además de entrevistador -sobre Pakistán- y entrevistado -como español que viaja por Nueva Zelanda montando documentales a cambio de una cama y un plato de sopa-, tenía que hacer una selección de música española, y a cada tema debía añadirle una historia anecdótica que contar.
Leiva -de Pereza- fue mi rival futbolístico cuando éramos tan altos como Snoopy, el atraco que sufrió el jefe Sabina en su Pacto entre caballeros, la vuelta a los escenarios de los Hombres G. Serrat y su Mediterráneo. Julito y su Soy un truhán soy un señor. Solo los más exquisitos tuvieron su momento de gloria en la frecuencia modulada de la otra punta del planeta, y durante un par de horas el espacio aéreo en las Antípodas se llenaba con Mecano, Loquillo, Celtas Cortos y Café Quijano.